El resto de motorizaciones no se ven tan afectadas por factores como la evolución de la tecnología o la degradación de las baterías, pues por ejemplo los autos híbridos conservan el 66,5 % de su valor en el mismo periodo de tiempo. No obstante, los más valorados y buscados para la segunda mano siguen siendo los autos de gasolina que por amplio margen son los usados que menos se deprecian.
La rápida evolución en la tecnología de las baterías ha llevado a una especie de “obsolescencia acelerada” de los autos eléctricos más antiguos y es que, hace solo tres o cuatro años, un vehículo eléctrico nuevo tenía una autonomía aceptable para un trayecto medio diario, pero los modelos actuales ofrecen significativamente más km de recorrido con una sola carga.
Esta mejora ha generado una desaceleración en la venta de los coches eléctricos más antiguos, ya que los consumidores huyen de la estresante “ansiedad por autonomía” y las limitaciones que supone. Como consecuencia, los vendedores se ven obligados a reducir los precios de estos modelos más antiguos para poder competir en un mercado dominado por la tecnología más avanzada y eficiente.
Además de la rápida evolución de los eléctricos, detrás de estas cifras hay una suma de factores muy distintos que acaban afectando a su depreciación: desde la caída de la demanda en grandes mercados como EEUU o China, al cese de las ayudas a la compra en países como Alemania pasando por la pérdida de peso de los eléctricos en los mercados nórdicos, que también tienen que ver con este diferencial.
Como ejemplo, el Volkswagen Golf, que lleva cuatro años siendo el modelo de ocasión más vendido: aunque las diferencias de valor se acortan ligeramente por la presión que ejerce la demanda, la versión gasolina con una antigüedad de tres años mantiene el 68 % de su valor después de 60.000 kilómetros, lejos diez puntos o más que su equivalente propulsado por batería.
La demanda, el precio y las baterías: tres factores a tener muy en cuenta.
Un ejemplo muy reciente, aunque también muy particular, lo encontramos en grandes empresas alquiladoras como Hertz o Sixt en EEUU, han pasado a poner a la venta sus flotas de eléctricos a precio de saldo.
Este giro radical de las rentadoras hacia los coches de gasolina, se debió por el precio de las reparaciones de sus flotas mucho mayor del esperado porque las aseguradoras no reparan su batería cuando se daña, sino que la cambian por una nueva, con el coste que eso conlleva: en el caso de los Tesla en concreto, las reparaciones las ha de realizar solo la marca, y es mucho más caro que los talleres independientes.
Por otra parte, se esperaba que el valor de mercado de estos coches no bajase tanto pero eso era antes de que Tesla desatase una guerra de precios a la que se unieron otras marcas como Ford o Volkswagen, que ha influido en el valor de los coches eléctricos en el mercado de ocasión.
Otro gran factor de desconfianza para el comprador de coches eléctricos de segunda mano es el estado de su batería: el elemento más importante y sobre todo el más caro de todo el coche. Viendo lo que cuesta cambiar un pack de batería, es inevitable dudar, aunque ya hay varios estudios que apuntan a que estas duran más de lo que se pensaba.
Héctor Daniel Oudkerk (https://diarioautomotor.com.ar/)
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